Mi vida ha sido un continuo aprendizaje, lleno de experiencias y desafíos que me han formado como persona. Desde ser licenciado en economía y trabajar en policía en Bielorrusia, pasando por mi tiempo en Irlanda e Inglaterra donde trabajé en empleos básicos para ganar la vida, hasta mi carrera en el mundo corporativo en España, he acumulado muchas vivencias que me han ayudado a comprender mejor las relaciones humanas.
A lo largo de mi camino, he vivido dos divorcios que me han enseñado valiosas lecciones sobre el amor, el compromiso y la importancia de trabajar en uno mismo. Cada relación me dio la posibilidad de crecer y de identificar patrones que me limitaban. En su momento, no era capaz de ver esta oportunidad y reaccionaba atacando o molesto de forma automática debido a mis heridas. Sin embargo, desde 2017 cuando conocí a mi actual pareja, África, comenzó mi “despertar” a través de varias crisis con ella que me hicieron ver cosas que no había notado antes. Gracias a eso, y después de años de autoexploración y desarrollo personal, he sanado heridas profundas, transformado mi manera de relacionarme con mi pareja y aprendido a dar la prioridad que realmente merece este tema, algo que muchos hombres no solemos hacer.
Como hombre, he enfrentado mis propias luchas internas y he comprendido la importancia de la masculinidad consciente. Sé lo que es sentir la presión de ser el proveedor, el protector y el fuerte, y cómo eso puede crear una “coraza” y afectar nuestras relaciones íntimas. También he vivido la frustración de no saber cómo comunicar mis necesidades y emociones de forma efectiva.
Con el paso de los años, he desarrollado una profunda empatía por las parejas que atraviesan dificultades en su relación porque lo he vivido en carne propia. Sé lo difícil que puede ser para un hombre pensar que “la relación va bien” que es algo estático y seguro y no darse cuenta de que está perdiendo no solo la conexión con su pareja, sino también el amor que alguna vez existió.
Sé lo importante que es buscar ayuda y estar dispuesto a hacer cambios significativos. Yo mismo rechacé la idea de ir a terapia de pareja durante mis dos primeros matrimonios y esto me llevó a vivir dos divorcios porque no era capaz de ver que en realidad me aterraba mostrar mis miedos. Ni siquiera los reconocía. En lugar de eso, dejé que mi Ego y su orgullo me dominaran y culpé a mis parejas de todo.
A lo largo de mi vida, el amor ha sido mi mayor anhelo. Durante años, pedí al universo la oportunidad de experimentar un amor verdadero, pues podría tolerar que no llegase a alcanzar todas mis metas de salud o de dinero, pero no concebía morir sin haber experimentado amor de verdad en la pareja.
Este viaje no ha sido sencillo. Atravesé relaciones marcadas por patrones de salvadora, pero también de víctima manipulable, sufrí en pareja la activación de heridas emocionales profundas como la de abandono y de rechazo; entrando en patrones limitantes de dependencia emocional perdiéndome en el camino, dejando de ser yo misma.
Antes de mi despertar espiritual viví etapas de soledad en las que acepté relaciones pasajeras porque “era mejor eso que estar sola” y acusaba a los hombres de no querer compromiso, porque entonces todavía no sabía que atraía a este perfil de hombres por la proyección de mi sombra.
Gracias a años de autoconocimiento, terapia y un despertar espiritual, fui transformándome desde adentro. Aprendí a poner límites, a cambiar mis creencias y a valorarme. Cada relación fue un maestro en este camino, ayudándome a descubrir mis sombras, superar ciclos repetitivos y crecer.
Me permití un periodo de soledad consciente reformulando mis criterios para establecer una relación de pareja. Esta etapa duró 7 años antes de iniciar mi relación con Andrei. Fue un desierto totalmente sanador pues allí inicié mi viaje hacia el amor incondicional a mi misma.
Después de recorrer este arduo viaje, disfruto ahora de una relación plena y consciente con Andrei, ahora vivo mi relación soñada, donde nos respetamos, apoyamos y somos libres de ser quienes somos.
No ha sido fácil porque aun habiendo sanado mucho antes de empezar con él, todavía quedaban capas de algunas heridas y patrones limitantes que debía pulir y que fueron saliendo especialmente en los primeros años de nuestra relación. La diferencia es que esta vez elegí un hombre dispuesto a entregarse y comprometerse porque yo misma estaba dispuesta a hacer lo mismo. El amor mueve montañas si estás abierto a tu propia transformación, así ha sido en nuestro caso y esto nos ha permitido evolucionar juntos.